Durante los últimos años, la economía estadounidense ha demostrado una notable capacidad de recuperación frente a shocks sucesivos: la pandemia, los problemas en las cadenas de suministro, la inflación más alta en cuatro décadas y los ajustes agresivos en las tasas de interés. A pesar de estos desafíos, el crecimiento se mantuvo positivo, el mercado laboral se sostuvo fuerte y el consumo privado logró resistir. Sin embargo, esa resiliencia empieza a mostrar señales de fragilidad.
La más reciente señal proviene del producto interno bruto (PIB): según la estimación adelantada publicada por el Bureau of Economic Analysis (BEA) el 30 de abril de 2025, el PIB real de Estados Unidos cayó un 0,3% anualizado en el primer trimestre de 2025, la primera contracción desde el primer trimestre de 2022. Aunque la caída anualizada refleja una disminución, es importante destacar que esta reducción estimada representaría menos del 0,1% en términos trimestrales, lo que implica que, aunque es una señal de desaceleración, aún no alcanza a representar una contracción.
Factores que contribuyeron a la desaceleración del PIB
La caída del PIB en el primer trimestre de 2025 fue agravada por un aumento inusual en las importaciones. Se trató de la expansión más pronunciada en un año, superando incluso el ritmo observado durante el confinamiento por COVID, lo que llevó a que las exportaciones netas se ubicaran en su nivel más bajo en términos históricos.
Este comportamiento respondió a un choque anticipado, generado por decisiones tomadas en previsión de la entrada de nuevos aranceles y cambios regulatorios. Las importaciones entran como un componente negativo, restándole en el cálculo del PIB, al reducir las exportaciones netas. Estas mayores importaciones son explicadas por varios factores:
En primer lugar, muchas empresas decidieron acumular inventarios antes de los aranceles, anticipándose a los aumentos de tarifas que podrían elevar los costos de los productos importados. Esta acción se tradujo en un aumento significativo de las importaciones en los primeros meses del año, ya que las empresas adquirieron más productos de los que necesitaban de forma inmediata, buscando evitar los precios más altos que resultan de los aranceles.
Otro factor importante fue el desvío de rutas comerciales. Ante la posibilidad de que algunos productos importados desde China se volvieran más costosos, muchas empresas comenzaron a adquirir productos de países que se vieron afectados en menor cuantía por las nuevas tarifas, como Vietnam y México. Este ajuste en las fuentes de importación permitió que el volumen total de importaciones se mantuviera elevado, aunque no se tratara de un cambio en los patrones comerciales.
Además, muchas compañías optaron por absorber los costos de los aranceles y trasladarlos al consumidor, en lugar de cambiar por completo sus cadenas de suministro. Aunque los aranceles aumentaron el precio de los productos importados, las empresas prefirieron continuar con sus proveedores establecidos, ya que interrumpir las relaciones comerciales implicaría costos adicionales y más incertidumbre. Esta estrategia de absorción de costos, junto con el aumento en los precios de las importaciones debido a los aranceles elevados, generó un incremento en el valor total de las importaciones. Aunque el volumen de bienes importados no creció proporcionalmente, el valor de las importaciones sí lo hizo, impulsado por los costos adicionales generados por las tarifas impuestas.
El gasto del gobierno también experimentó una reconfiguración, particularmente en lo que respecta al gasto federal. Esta distribución de los recursos fue en parte atribuida a las acciones del Department of Government Efficiency (DOGE), que reportó ahorros estimados en $160 mil millones en abril. Esta reorientación en el gasto público contribuyó a la reducción en el PIB.
A nivel privado, las condiciones financieras de hogares y empresas se mantuvieron relativamente estables desde el último informe. La deuda del sector privado no financiero continuó reduciéndose de forma moderada, tanto en términos reales como en proporción al PIB, alcanzando su nivel más bajo en dos décadas. Este descenso fue impulsado por dinámicas similares en los sectores empresarial y doméstico. En particular, el retroceso en el crédito al consumo y en el uso de tarjetas de crédito sugiere que los hogares adoptaron una postura más cautelosa, lo que contribuyó a una disminución en el gasto de los consumidores durante el primer trimestre.
Debate sobre las señales de recesión:
Desde hace varios trimestres, la probabilidad de una recesión ha sido una preocupación recurrente en los mercados financieros y en el análisis económico. Una de las reglas más citadas por los medios de comunicación, especialmente en Estados Unidos, es que dos trimestres consecutivos de caída en el PIB real marcan el inicio a una recesión. Esta definición ha ganado popularidad por su simplicidad y porque en la mayoría de las recesiones pasadas de EE. UU. —incluidas las de 2001 y 2008— esta condición se cumplió.
Sin embargo, este criterio no tiene reconocimiento oficial. El Bureau of Economic Analysis (BEA), que elabora el PIB, no declara recesiones, ni acepta que dos caídas consecutivas sean prueba suficiente. Esta función recae en el National Bureau of Economic Research (NBER), una organización académica independiente que se basa en un análisis más amplio y retroactivo. El NBER define las recesiones como una “caída significativa en la actividad económica extendida en toda la economía, que dura más de unos pocos meses” y se guía por variables como el empleo, el ingreso real, la producción industrial y las ventas minoristas, no solo el PIB.
El atractivo del criterio de los dos trimestres consecutivos radica en su rapidez de respuesta: permite a analistas, comentaristas y periodistas emitir un juicio rápido sobre el rumbo de la economía, sin esperar el análisis más lento y riguroso del NBER. No obstante, esto también implica que puede inducir a interpretaciones prematuras. Por ejemplo, en 2022, EE. UU. registró una desaceleración fuerte del PIB (en los trimestres Q1 y Q2), lo que llevó a una intensa discusión sobre si el país estaba en recesión, a pesar de que el mercado laboral y el consumo se mantenían sólidos. El NBER, finalmente, no declaró recesión para ese periodo.
En este contexto, una sola caída trimestral, como la registrada en el primer trimestre de 2025, no es suficiente para activar una señal clara de recesión bajo ninguno de los enfoques principales. Tampoco puede usarse como base para una narrativa concluyente, especialmente si otros indicadores clave —como el empleo o el ingreso agregado— se mantienen firmes.
Además del PIB, existen otras medidas clave para evaluar la actividad económica, entre ellas el ingreso interno bruto (Gross Domestic Income, GDI). Mientras que el PIB calcula el valor total de los bienes y servicios finales producidos en la economía desde el lado del gasto (consumo, inversión, gasto público y exportaciones netas), el GDI lo estima desde el lado de los ingresos generados por esa producción: salarios, utilidades corporativas, rentas y beneficios empresariales. En teoría, ambos indicadores deberían converger, ya que cada transacción de gasto representa ingreso para otra parte. Sin embargo, en la práctica, las diferencias en fuentes y metodologías generan una "discrepancia estadística" que puede ser relevante para el análisis coyuntural.
Aunque los datos de GDI para el primer trimestre de 2025 aún no han sido reportados, el cuarto trimestre de 2024 mostró un crecimiento sólido, superando el del PIB en ese mismo período. Esto sugiere que, desde la perspectiva de los ingresos, la economía venía con una dinámica aún vigorosa, impulsada principalmente por salarios y utilidades empresariales. Además, en ciclos anteriores, el GDI ha mostrado ser útil para confirmar señales de recesión anticipadas por el PIB. Por ejemplo, en 2022, cuando el PIB cayó dos trimestres consecutivos sin que se declarara recesión, el GDI se mantuvo positivo, lo que ayudó a contextualizar mejor la situación.
Complementando este panorama, hay otros indicadores que no muestran señales claras de recesión. La tasa de desempleo se ha mantenido estable en un rango entre 3.9% y 4.2% durante el último año, lo que refleja un mercado laboral aún ajustado. Este nivel es bajo tanto en términos históricos como en comparación internacional, y está muy por debajo de los aumentos pronunciados de desempleo que normalmente acompañan a una recesión formal.
En conjunto, estos elementos sugieren que la caída del PIB en el primer trimestre responde, al menos en parte, a factores puntuales —como el aumento anticipado de importaciones y el ajuste en el gasto federal— más que a una contracción estructural de la actividad económica. No obstante, persiste la incertidumbre sobre si estos movimientos reflejan disrupciones temporales o si podrían estar anticipando un enfriamiento más persistente. El desafío, tanto para analistas como para formuladores de política, radica precisamente en distinguir entre una desaceleración transitoria en una economía resiliente y los primeros signos de un cambio más profundo en el ciclo económico.
Fuentes Consultadas:
St. Louis FED. (2025). Gross domestic product. FRED. https://fred.stlouisfed.org/series/GDP/
St. Louis FED. (2025). NET exports of goods and services. FRED. https://fred.stlouisfed.org/series/NETEXP
U.S. Bureau of Economic Analysis (BEA). (2025). Gross Domestic Product, 1st Quarter 2025 (Advance Estimate). Gross Domestic Product | U.S. Bureau of Economic Analysis (BEA). https://www.bea.gov/data/gdp/gross-domestic-product