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Caída en la IED: ¿Se debilita el motor del desarrollo costarricense?

La inversión extranjera (IED) ha sido uno de los pilares dinamismo económico de Costa Rica en los últimos años.  Su impacto se ha reflejado en la generación de empleo formal, aumento de tecnología en el país y el auge de nuevos sectores como los dispositivos médicos, servicios y manufactura.  No solo se trata de productividad, sino que ha impulsado mejoras en la productividad, inserción en cadenas globales, entre otros. Sin embargo, los datos más recientes reflejan una desaceleración relevante, que plantea incertidumbre en el futuro de la competitividad costarricense, en un entorno donde la competencia por capital extranjero se intensifica.

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En el primer trimestre del 2025, la IED en Costa Rica fue de 921 millones de dólares. En el mismo periodo del 2024, el monto ascendió a 1.235,6 millones, lo que representa una caída interanual de 314,6 millones de dólares, equivalente a una contracción del 25,5 %. Este flujo también representó el 3,61 % del PIB, lo que implica una disminución de 0,89 puntos porcentuales respecto al año anterior.

La mayor reducción se registró en el régimen de zonas francas, que históricamente ha concentrado la mayor parte de los flujos de inversión extranjera. En el primer trimestre del 2025, este régimen recibió 417,3 millones de dólares, una caída de casi 50 % frente a los 836,8 millones del mismo periodo en 2024. La magnitud de esta contracción, tanto en términos absolutos como relativos, refleja la vulnerabilidad del país ante cambios en los flujos globales de capital, especialmente cuando la atracción de nuevos proyectos ha disminuido de manera significativa en los últimos dos años.

La relevancia del régimen de zonas francas para la economía costarricense va mucho más allá del volumen de inversión que canaliza. Este modelo ha sido fundamental para transformar la estructura productiva del país en las últimas décadas. Las empresas que operan bajo este régimen lideran las exportaciones —en particular en dispositivos médicos y servicios basados en conocimiento— y han generado miles de empleos formales, encadenamientos con pymes locales y procesos de transferencia tecnológica. De hecho, más del 50 % de la IED que ingresa al país lo hace por medio del régimen de zonas francas. Por ello, una caída de esta magnitud no solo limita el dinamismo económico de corto plazo, sino que plantea preguntas de fondo sobre la continuidad de un modelo que ha sido clave en la estrategia de desarrollo nacional.

No obstante, algunos sectores mostraron un comportamiento positivo. El sector inmobiliario, por ejemplo, registró una inversión extranjera de 94,5 millones de dólares, lo que representa un crecimiento interanual de aproximadamente 32,5 % con respecto a los 71,3 millones del primer trimestre de 2024. Este incremento refuerza la tendencia creciente del sector, posiblemente impulsada por el dinamismo del mercado local, la demanda de espacios logísticos y comerciales, así como la percepción de Costa Rica como un destino atractivo para la inversión patrimonial.

En contraste, el sector financiero experimentó una caída de igual magnitud pero en dirección opuesta. Los flujos pasaron de 90,9 millones en el primer trimestre de 2024 a 61,3 millones en 2025, una disminución del 32,5 %. Esta contracción podría estar vinculada a una combinación de factores: condiciones monetarias más restrictivas a nivel global, ajustes en carteras de inversión o expectativas menos favorables sobre el entorno regulatorio y económico regional.

Otro dato relevante es el crecimiento del régimen definitivo, donde las empresas pasaron de captar 94,8 millones de dólares en el primer trimestre de 2024 a 217,6 millones en 2025, casi duplicando el monto. Aunque este régimen representa una proporción menor dentro del total de la IED, su dinamismo actual podría sugerir un leve proceso de reconfiguración en la distribución sectorial y geográfica del capital foráneo.

La caída en los flujos de inversión extranjera directa debe leerse como una señal de alerta, pero también como una oportunidad para revisar la estrategia nacional en la materia. Más allá de las cifras puntuales, el descenso en zonas francas —motor clave del modelo exportador costarricense— obliga a repensar cómo posicionar al país en un entorno donde la competencia por capital productivo es cada vez más intensa. La creciente competencia regional, la transición institucional en las políticas de promoción —como el reemplazo de CINDE por Procomer en la atracción de inversiones— y los cambios estructurales en la economía global exigen que Costa Rica refuerce su propuesta de valor.

Asegurar estabilidad macroeconómica, invertir en infraestructura estratégica, reducir la tramitología y adaptar la formación del talento humano a las demandas del mercado son condiciones indispensables para recuperar dinamismo. La inversión extranjera no solo aporta recursos: es un vehículo de transformación económica. Preservar su flujo es, por tanto, una decisión estratégica para garantizar un desarrollo sostenible, inclusivo y competitivo a largo plazo.