Una cadena de valor es un conjunto de unidades económicas que proporcionan una gama de actividades tangibles e intangibles que agregan valor y son necesarias para la entrega de un bien o un servicio, desde su concepción, pasando por diferentes etapas de producción, hasta la entrega final a los consumidores. Cuando una cadena de producción incluye establecimientos situados en diferentes países se le denomina Cadena Global de Valor (CGV). El objetivo de las CGV normalmente consiste en minimizar los costos totales del sistema, aunque hoy en día esto está cambiando y también se incluye la importancia del concepto de resiliencia contra choques externos. De allí, el surgimiento del fenómeno actual de nearshoring. Es decir, la reubicación de plantas de producción o instalación de nuevas plantas de multinacionales (EMN) en localizaciones más cercanas a los centros de consumo y suministro, debido a la interrupción de las cadenas de suministro producto de la pandemia de la Covid-19, cambios climáticos y algunas tensiones políticas, como la guerra comercial entre EUA y China, y la guerra de Rusia-Ucrania.
De acuerdo con un estudio de la UNCTAD, los países que más incrementan su participación en las CGV y aumentan el valor agregado doméstico de sus exportaciones (a través de encadenamientos productivos), muestran un mayor crecimiento de su ingreso per cápita (un 3,4% en promedio), en comparación con aquellos que participan muy poco en las CGV y poseen bajo valor agregado doméstico en las exportaciones (0,7%). Lo anterior, se debe a que los niveles de productividad de las empresas que participan en las CGV son mayores en comparación con aquellas que no participan.
Las CGV permiten a los países en vías de desarrollo, como Costa Rica, acelerar su ritmo de industrialización. De hecho, antes, la transición hacia un mayor desarrollo exigía que los países construyeran toda la cadena de producción a lo interno, pero ahora el proceso de industrialización es más rápido, porque las CGV les permiten integrarse a redes globales de producción. Además, otros estudios evidencian cómo la participación en las CGV impulsa el crecimiento de la productividad por medio de derrames de conocimiento, transferencia de tecnología y aprendizaje desde las EMN hacia el resto de la economía del país anfitrión.
Gracias al éxito en la atracción de flujos de inversión extranjera directa (IED), Costa Rica participa en varias CGV directamente, como la Automotriz; Aeronáutica o Aeroespacial; Ciencias de la Vida; Electrónica; Equipos de Filmación; y Servicios de Alto Valor Agregado e indirectamente, por medio de las empresas domésticas que proveen insumos a las EMN en Régimen de Zonas Francas.
De acuerdo con cifras del Banco Central de Costa Rica, se identifican 23 actividades productivas en el país que forma parte de una CGV (14 de manufactura y 9 de servicios), con un peso relativo en el PIB del 8,6%, del 48,6% en las exportaciones totales y un 5,3% en el empleo nacional. Las actividades manufactureras incluyen la fabricación de componentes y tableros electrónicos, computadoras y equipo periférico, fabricación de productos de electrónica y de óptica, y fabricación de instrumentos y suministros médicos y dentales. Por su parte, las CGV de servicios generan alrededor del 60% del valor agregado del sector de servicios. Los servicios vinculados a la CGV con mayor participación son las actividades de consultoría en gestión financiera, recursos humanos, mercadeo, oficinas principales y afines, y las actividades de investigación científica y desarrollo.
Varios estudios señalan el impacto de los encadenamientos productivos en la productividad de las empresas nacionales en el ámbito costarricense. Sabemos ahora que existe un impacto positivo sobre estas empresas nacionales cuando éstas se encadenan con EMN. En particular, las empresas nacionales muestran mayores probabilidades de convertirse en exportadoras directas y generar mayores fuentes de empleo, así como pagar mayores salarios a sus trabajadores. Más aún, los derrames de productividad son previsibles para las empresas domésticas que se convierten en proveedoras de las EMN. También tenemos evidencia empírica de que la relación comercial con EMN se correlaciona positivamente con una alta productividad laboral: en el sector manufacturero las empresas proveedoras locales obtienen, en promedio, un 8% más de productividad laboral en comparación con aquellas que no mantienen relaciones comerciales con EMN; en el caso del sector de servicios esta brecha es del 6,4%.
En otros estudios se ha encontrado que, las empresas locales experimentan mejoras en su desempeño luego de comenzar a proveer a empresas multinacionales, incluida la expansión de su fuerza laboral en un 26%. Además, las ventas de empresas nacionales a compradores distintos del primer comprador (primera multinacional) crecen un 20%, tanto a través de un mayor número de compradores (margen extensivo) como de mayores ventas por comprador (margen intensivo).
Lo anterior se explica por el hecho de que luego de convertirse en proveedoras de EMN, la mayoría de las empresas nacionales se someten a una serie de cambios interrelacionados, por ejemplo: mayor alcance y calidad del producto, mejores prácticas de gestión y organización y mejor reputación empresarial. Cada uno de estos cambios surge de la retroalimentación que brindan las EMN cuando comunican sus expectativas y consejos, así como de los esfuerzos significativos realizados por los nuevos proveedores para cumplir con sus contratos.
A pesar de lo anterior, Costa Rica no ha aprovechado plenamente los beneficios de la IED para las empresas domésticas a través de los encadenamientos productivos. En primer lugar, el valor agregado de sus exportaciones es relativamente bajo debido al poco nivel de encadenamientos de las empresas de exportación con el resto de la economía. En segundo lugar, dado el bajo nivel de encadenamientos, las externalidades positivas del tipo derrames de conocimiento y las transferencias tecnológicas hacia las empresas domésticas son aún incipientes, por lo que, si bien tiene un impacto positivo en las empresas proveedoras, aún no tienen un impacto altamente significativo en la productividad agregada. Todo lo anterior limita las posibilidades de alcanzar mayores niveles de crecimiento económico.
Dos políticas son importantes para enfrentar el reto señalado. Primero, mejorar significativamente la institucionalidad alrededor del programa de desarrollo de proveedores locales, estableciéndose como objetivo alcanzar un grado de eficacia y eficiencia similar al que hoy día se obtiene en la atracción de IED y promoción de exportaciones por medio de la triada COMEX, CINDE y PROCOMER. Segundo, fortalecer el Programa Nacional de Clústeres, que se comenzó a ejecutar en la administración anterior con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), bajo el cual se fomenta la mejora en la productividad de las empresas y el desarrollo de ventajas competitivas dinámicas.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de ECOANÁLISIS ; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.