En Costa Rica, como en muchos otros países, la mayoría de las personas o empresas que tienen acceso al crédito lo obtienen gracias a contar con garantías de diverso tipo. De hecho, la banca es una de garantías, principalmente inmobiliarias (ejemplo, propiedades, activos, etc). Aquellos agentes a los que el sistema no les presta, ya sea porque no cuentan con garantías o porque sus actividades son muy riesgosas (innovadoras), se les considera no bancarizables. Sé que este adjetivo no existe en el diccionario de la lengua española, pero me permitiré usarlo para describir a los emprendedores que no son sujetos de crédito en el sistema financiero formal.
Quiero concentrarme en este artículo en el caso de las empresas innovadoras. Para estas, las limitaciones financieras son particularmente agudas cuando se encuentran en sus primeras etapas del ciclo de vida. Es decir, cuando su modelo de negocio aún no ha sido probado. La supervivencia de las empresas en estas primeras etapas generalmente depende del acceso al financiamiento y posteriormente, del crecimiento del capital para ampliar sus negocios.
Al iniciarse una empresa, es común que su financiamiento provenga de los propios recursos del empresario o de familiares y amigos. Ahora bien, por lo general estos tienden a ser insuficientes para construir el negocio en ausencia de ganancias. De hecho, en las primeras fases de una empresa, los flujos de efectivo son cada vez más negativos ya que se generan gastos, pero no ingresos. Esta fase es particularmente crítica, y se le conoce como el «valle de la muerte». Acá entran a jugar un papel importante programas como los de capital semilla y riesgo.
En países con mayor grado de desarrollo que Costa Rica, tales como Finlandia (un país pequeño) y los EE. UU. (un país grande), por citar solo unos casos, existen mecanismos para financiar iniciativas innovadoras que por su propia naturaleza no son bancarizables (i.e. alto riesgo). En Finlandia existe una amplia gama de proveedores de capital para la innovación, tanto públicos como privados. Estos incluyen al SITRA (el Fondo Nacional Finlandés de Investigación y Desarrollo; www.sitra.fi), Start Fund of Kera Ltd y Hermia Ltd (una incubadora y proveedor de capital semilla, respectivamente), Finnfund (que se centra en inversiones conjuntas con empresas del extranjero) y la Fundación para las Invenciones Finlandesas. Sin embargo, el mayor proveedor de capital de riesgo es SITRA, un fondo público independiente creado en 1967, el cual es responsable ante el Parlamento finlandés. El Consejo de Administración de SITRA incluye al Ministerio de Hacienda, al Ministerio de Comercio y al Ministerio de Educación. Sus operaciones se financian principalmente con los ingresos del capital propio y el retorno de las operaciones de inversión.
SITRA satisface la necesidad del lado público de tener un instrumento para experimentar y comenzar nuevas actividades sin los retrasos presupuestarios y los compromisos políticos del gobierno – para llevarlos a cabo de inmediato en un frente amplio. Hacer esto requiere suficientes medios económicos, preferiblemente como dotación y flexibilidad en la toma de decisiones. Ellos ofrecen una amplia gama de fondos a empresas en sus primeras etapas de desarrollo, tales como: (i) capital para nuevas empresas (start-ups) de tecnología; (ii) servicios para relacionar las PYME con los «ángeles de negocios»; (iii) fondos para proyectos de investigación para empresas existentes, tanto grandes como pequeñas; (iv) fondos para proyectos de formación de recursos humanos; (v) fondos para la transferencia de tecnología; y (vi) fondos para capital riesgo extranjeros. Algo notable del modelo de SITRA, ha sido la visión de inversión adoptada, principalmente como mecanismo para obtener experiencia para el mercado finlandés de capital de riesgo.
En los EE. UU., por otra parte, el programa de Investigación en Innovación para Pequeñas Empresas (Small Business Innovation Research program – SBIR) asigna recursos a pequeñas empresas de alta tecnología en sus etapas iniciales. Estos programas han sido muy importantes para apoyar iniciativas innovadoras que se convirtieron posteriormente en empresas de renombre mundial. Por ejemplo, el SBIR financió entre 1983 y 1997 un significativo número de iniciativas empresariales entre las que cabe señalar: Apple Computer, Chiron, Compaq, Federal Express e Intel.
Tanto en el caso de SITRA como del SBIR, un valor agregado de estos programas es el señalamiento que hacen ante el sistema financiero formal de los emprendimientos exitosos que apoyan. Es decir, gracias a su soporte aquellas nuevas empresas que logran superar el valle de la muerte y comienzan a operar con ganancias, llegan posteriormente a ser aceptados como clientes de los intermediarios financieros formales. Por lo tanto, se vuelven bancarizables.
En Costa Rica, el Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) cuenta con todos los elementos para llegar a convertirse en un SITRA, un SBIR o una combinación de ambos. El SBD constituye un valioso instrumento para experimentar y comenzar nuevas actividades sin los retrasos presupuestarios y los compromisos políticos del gobierno y así poder llevarlos a cabo de inmediato en un frente amplio.
Desde el año 2017, el SBD comenzó a experimentar con la creación y funcionamiento de fondos de capital semilla y de riesgo. El primero, ha tenido como propósito apoyar emprendedores para el desarrollo de un prototipado y la puesta en marcha del negocio, así como ayudar a grupos de empresarios de regiones de menor desarrollo. El segundo, pretende ser una herramienta con la que se apoye el desarrollo de emprendimientos que ya están en operación y que requieran tanto capital como acompañamiento para crecer.
Hoy el SBD cuenta con 9 operadores de capital semilla acreditados (AED, GAT Sur Alto, Cámara de Comercio de Costa Rica, Auge, CATIE, Fundecor, Impact Hub, Procomer y UTN). Por medio de esta red de operadores, la cual se espera hacer crecer a corto plazo, se han apoyado más de 260 nuevos emprendimientos. Por ejemplo, en el caso de Procomer se han apoyado importantes emprendimientos al amparo de programas como Descubre, The Blueprint y Alivio. Por su lado, Auge, UTN y CATIE, han apoyado el prototipado y puesta en marcha de varios proyectos empresariales tanto en el campo agrícola y manufacturero como de servicios. Un punto para destacar es que gracias a la red de operadores ha sido posible apoyar empresas fuera del Gran Área Metropolitana (más de 40).
Como ejemplo de la importancia de financiar a los no bancarizables, cabe señalar que con datos al 2020, AUGE, apoyada con recursos de Capital Semilla del SBD, contaba con más 130 proyectos activos dentro de su comunidad emprendedora, entre los cuales ya hay más de 50 empresas operando, pasando a ser la incubadora más grande del país y de Centroamérica. Estas empresas han reportado ingresos por más de US$ 24 millones, la generación de 350 empleos directos y captada inversión por más de US$ 7,4 millones.
En el caso de capitales de riesgo, el SBD apenas se encuentra en una etapa de exploración, con dos proyectos financiados actualmente. Es fundamental continuar aprendiendo de las experiencias internacionales y buscar socios estratégicos, privados u organizaciones internacionales, que ayuden a fortalecer el fondo actual, tanto con experiencias exitosas como con capital. Gracias a los recursos disponibles y la normativa que regula el SBD, se puede ser optimista sobre la posibilidad de seguir creciendo en los fondos de capital semilla y riesgo, en cuyo caso la mayor responsabilidad recae en los representantes del sector privado en el Consejo Rector del SBD, porque son mayoría.
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