Para las reuniones del Grupo de Naciones G 20 celebradas el 17 y 18 de este mes de febrero el Fondo Monetario Internacional presentó su informe sobre la situación económica prevista para este año: “G‐20 SURVEILLANCE NOTE”.
Por su claridad e importancia traduzco la categórica advertencia con la cual el FMI inicia su presentación a los líderes de las naciones económicamente más importantes: “Desde que el 22 de enero las Perspectivas Económicas Mundiales (publicación del FMI) fue puesta al día proyectando un crecimiento de 4,4% este año, los indicadores económicos continúan señalando un debilitamiento de ese impulso en medio de la propagación del virus. Desajustes en la oferta de bienes, aumentos en los precios de la energía y los alimentos, y cuellos de botella en el transporte presionan la inflación, que en algunas economías se ha ampliado para cubrir una amplia categoría de bienes, lo que ha producido un cambio hacia una política monetaria menos acomodaticia. Las expectativas de inflación a largo plazo permanecen bien ancladas en economías con fuertes estructuras económicas. Se proyecta que la actividad económica volverá a sus niveles anteriores a la pandemia en la mayor parte de las economías avanzadas. Pero muchas economías emergentes y de bajos ingresos continuarán enfrentando fuertes vientos en contra. Las personas más vulnerables continuarán luchando contra el desempleo pues no se recuperan los niveles previos de ocupación y hay peligro de pérdidas persistentes por el cierre de las escuelas …Altos niveles de deuda de los sectores público y privado agravan la vulnerabilidad y exponen a las economías emergentes al riesgo de un repentino endurecimiento de las condiciones financieras internacionales. El cambio climático continúa amenazando la subsistencia y la actividad económica.”
Disculpen esta larga cita, pero es difícil decirlo con tan pocas palabras y de una fuente tan autorizada, y resalta de manera muy directa los peligros que la evolución de la actividad económica mundial representa para nosotros.
Somos una economía emergente que enfrenta la trampa de los ingresos medios, con muy altos niveles de deuda pública, con alto endeudamiento de los consumidores, que venía creciendo muy lentamente, que ha sufrido una de las mayores pérdidas de empleo en América Latina con la pandemia, cuyo ingreso nacional ha sufrido por la pérdida en los términos de intercambio de manera que mientras el PIB creció en 2021 un robusto 7,6% el Ingreso Nacional Disponible creció 2,8 puntos porcentuales (p.p.) menos y el BCCR estimó en enero que este año el IND crecerá 1,7 p.p. menos que el PIB. Tenemos un cambio de gobierno en trámite, se tendrá que renegociar el acuerdo con el FMI y no se ha aprobado la Ley de Empleo Público. Además, tenemos muy altos vencimientos de deuda pública este y los siguientes años. Las amortizaciones de deuda pública del gobierno central en 2022 y en 2023 significan 5,6% y 6,5% del PIB respectivamente; lo que significa entre 26% y 30% del gasto total del gobierno en 2021. Esos vencimientos en 2023 incluyen $1000 millones de bonos colocados en el exterior. En el frente internacional en enero el BCCR estimó que el aumento de los precios del petróleo este año sería de un 17,3% y ya iba por 28% antes del ataque ruso a Ucrania, lo que los ha vuelto a incrementar llegando el barril a más de $100. También consideró el BCCR un aumento de las tasas de interés de entre 1,2 y 1,5 p.p. durante este año, y ya hay estimaciones de que el Federal Reserve de EEUU podría incrementarlas en 1,75 p.p. lo que muy posiblemente obligaría a un aumento de las nuestras en 2,5 p.p. o más.
Los resultados fiscales de 2021 fueron muy satisfactorios gracias a la aplicación de la regla fiscal y a los nuevos ingresos fruto de la reforma de 2018 (Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas), así como la muy importante recuperación de la producción en 2021. Pero con el componente negativo de una fuerte disminución de los gastos de capital (disminuyeron 38,2 y 31,2% en 2020 y en 2021 respectivamente) y con una reducción también en los montos per cápita disponibles para ayudas a las familias pobres. De 2020 a 2021 se dio una reducción de 12,7% en los programas del IMAS que en el primero de esos años habían crecido muy considerablemente para paliar los efectos de la pandemia. Pero de 2019 a 2021 esos gastos solo crecen 1,17%, lo que es inferior al crecimiento de la población y se da a pesar del incremento de la pobreza durante ese período.
También tenemos buenas noticias en la hacienda pública iniciando este año.
Este mes de enero los resultados fiscales de nuevo fueron muy satisfactorios. El gasto corriente sin intereses creció menos que la inflación (un 2,25%). Los impuestos crecieron en casi un 20% (19,85%). Se obtuvo un superávit primario de 0,1% del PIB, el mejor resultado en enero desde 2008. Desdichadamente la creciente deuda externa que apenas empezará a disminuir en 2023 si se cumple con los compromisos con el FMI, hacen que el gasto total si crezca un 9,44%. Pero a pesar de ese alto costo de los intereses el déficit financiero de enero de 2022 que fue de 0,28% del PIB es el más bajo desde 2009.
Otra buena noticia nos la da el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas IICE de la UCR que estima el crecimiento del PIB este año 2022 en 4,8%, considerablemente mejor que la estimación de enero del BCCR de 3,9%.
Una tercera buena noticia nos la da PROCOMER que estima el crecimiento de las exportaciones de bienes en enero en un 19%, con una pequeña caída de 1% en bienes agrícolas causada por disminuciones en banano y piña, pero con muchos sectores del régimen especial y del definitivo que crecen por encima de ese 19%.
Pero no podemos dejar de poner atención a las más difíciles circunstancias que enfrentamos en la economía internacional y a la esencialidad de no claudicar en el esfuerzo fiscal. De ninguna manera deberíamos dejar de mantener vigente el convenio con el FMI para lo cual lo más urgente es la aprobación de la Ley de Empleo Público que ya pasó la prueba de la Sala Constitucional.
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