El inicio del año 2021 se vislumbraba poco alentador, las dificultades macroeconómicas
potenciadas por la presencia de la pandemia por el Covid-19 se reflejaban en la gran
mayoría de sectores, pero especialmente en el mercado de trabajo, con un manifiesto
efecto en el desempleo de la población en edad de trabajar.
No obstante, la dinámica de la pandemia permitió una pequeña ventana para la vuelta a la
normalidad durante el primer trimestre, especialmente hasta el inicio de la Semana Santa.
La esperanza en un posible aprendizaje de todos los actores de la economía respecto a las
buenas prácticas en el combate de la enfermedad, facilitó una apertura gradual en buena
parte de las actividades productivas, y especialmente en el comercio. Como consecuencia,
se empezó a observar una reducción -lenta, pero sostenida- en la tasa de desempleo,
llegando a ser del 18,5% en el trimestre móvil de diciembre-enero-febrero, lo que representó
el valor mínimo de este indicador desde que la pandemia empezó a impactar en este tema.
El panorama permitía inferir que este proceso podía mantenerse. Sin embargo, la última
estimación de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) mostró que para el primer trimestre el
dato de desempleo se ubica en 18,7%; es decir, superior al valor mínimo señalado en el
párrafo anterior. Obsérvese que este dato no refleja la situación producto de los nuevos
cierres acontecidos después del repunte de casos de coronavirus de las últimas semanas.
El repaso anterior llama a la reflexión acerca de la problemática existente en el mercado
laboral, y que se aprecia desde varios años previos al shock que vivimos en la actualidad.
En el caso de la demanda de trabajo, se tiene la dificultad presentada para la generación de
empleos producto principalmente de los elevados costos asociados al desarrollo de la
empresa en el país, con un marcado efecto en el caso de las cargas sociales y tributarias
(otrora relevantes para el establecimiento del tejido social pero que han quedado
desactualizados ante los cambios productivos del siglo XXI). Por el lado de la oferta de
trabajo, se incorporan cada vez más personas que lamentablemente no han adquirido las
cualificaciones necesarias para acceder a los empleos en áreas como por ejemplo los
servicios, lo que a su vez eleva los indicadores negativos. Como puede verse, la
combinación de las situaciones deja al país en un entorno muy complejo del cual no se
observa una solución contundente en el camino.
Entonces, cuando se suman estos elementos generales a un ambiente de gran
incertidumbre y desconfianza, se ve que aún en momentos en los que se podía hablar de
una recuperación (como aparentaba ser el inicio de este año) la misma no es suficiente.
Queda pendiente observar este fenómeno cuando exista una seguridad plena del control del
Covid-19, pero al menos este primer ejercicio brinda un escenario poco consolador.
Por el momento, la explosión de casos ha ameritado el regreso a condiciones más
restrictivas, por lo que la volatilidad de algunos sectores afectados se reflejará sin dudas en
las próximas estimaciones de la ECE, una nueva pérdida de empleos, así como la carencia
de incentivos para la recontratación, harán mella nuevamente en este tema que nos afecta
a todos, pero especialmente a la población con mayores dificultades socioeconómicas.
Por lo tanto, el llamado es cada vez más intenso hacia la responsabilidad individual, la
posibilidad de que el sector privado que tiene acceso a brindar soluciones sea realmente
escuchado en lo que al incremento a la velocidad de la vacunación respecta; y que no se
postergue más por parte de los tomadores de decisiones políticas (Gobierno y Asamblea
Legislativa) las acciones relativas a la reactivación económica durante y post pandemia,
para que los resultados en el desempleo que ya se pudieron ver en estos últimos meses
sean replicables y realmente potenciados por el bien de toda la sociedad.
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