La humanidad desde sus inicios se ha caracterizado por innovar. La necesidad ha llevado a crear nuevas técnicas para facilitar o aumentar la producción, también hemos transformado la forma de comunicarnos y transportarnos. Primero, pasamos de una sociedad agrícola a una industrial, luego experimentamos un proceso de globalización y expansión gracias a los eficientes medios de transporte, y tercero automatizamos procesos con computadoras para realizar tareas que antes eran manuales. En cada etapa, el trabajo experimentó cambios, las competencias que se requerían en cada época eran distintas por lo que las habilidades del trabajo tuvieron que reinventarse para cada una de estas. Todos estos cambios me llevaron a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los retos del mercado de trabajo y educación costarricense para las próximas décadas?
De acuerdo con algunos investigadores estamos en un nuevo periodo de cambios, la cuarta revolución industrial, que ya se está plasmando en nuestro diario vivir. Una época donde las barreras entre lo digital, lo físico y lo biológico están desapareciendo para más bien complementarse entre ellas. Lo anterior provocará que algunos empleos con bajo nivel de especialización (cajeros, atención al cliente, agentes de viajes, conductores de automóviles y trenes) van a ver amenazadas sus ocupaciones debido a que son tareas que pueden realizarse por medio de máquinas controladas por sistemas informáticos. Sin embargo, esta nueva era también generará una demanda creciente por puestos de trabajo en áreas como ciencias de la vida, desarrollo de software, robótica entre otras. ¿Se está preparando Costa Rica para enfrentar estas transformaciones?
Parece ser que no estamos haciendo los esfuerzos suficientes, ya que según la herramienta Hipatia del Estado de la Nación, que resume información en materia de tecnología e innovación, entre 2014 y 2018 solo un 7,3% de los graduados de carreras técnicas lo hicieron en áreas afines a las tecnologías digitales (diseño y administración de redes y bases de datos, desarrollo y análisis de software y aplicaciones, Electrónica y automatización). También, cabe resaltar que existe una brecha de género en la escogencia de esta área técnica ya que a pesar de que un 58% de las personas graduadas en áreas técnicas fueron mujeres solo un 3,66% del total de graduadas lo hizo en tecnologías digitales, lo que señala un espacio para el diseño de política pública que busque involucrar a más mujeres en esta cuarta revolución industrial.
Además, la Encuesta Continua de Empleo (ECE) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), entre los años 2010 y 2019, muestra las disparidades presentes entre hombres y mujeres respecto a su participación y condición en el mercado laboral. Si se considera la participación en el mercado laboral, en promedio solo un 47,2% de las mujeres participó en el mercado de trabajo junto con un desempleo promedio de 12,3%, mientras que los hombres tuvieron una participación del 74,3% y un desempleo promedio de 8,3%. A lo anterior se le añade que en promedio un 45% de mujeres trabajó en la informalidad mientras los hombres tuvieron una tasa promedio de 40%. También es importante mencionar la calificación de los ocupados ya que solo un 22% se clasifican en la categoría de altamente calificados.
Los datos del párrafo anterior muestran que las mujeres sufren en promedio mayores tasas de desempleo e informalidad si comparan con los hombres. Por tanto, una solución a esta problemática sería que una mayor cantidad de mujeres se capaciten en áreas de alta demanda laboral como las de tecnologías digitales y ciencias de la vida próximamente. Una mayor escogencia de estas áreas técnicas por parte de las mujeres las llevaría a tener mayor éxito en la búsqueda de empleo y además estos serían de mejor calidad. Respecto a los hombres, estos tienden a capacitarse más en el área de tecnologías digitales si se compara con las mujeres, según Hipatia, del total de hombres graduados en áreas técnicas un 8% lo hizo en tecnologías digitales, sin embargo, esta cantidad es insuficiente para hacerle frente a los desafíos del mercado laboral.
Para lograr afrontar estos retos es necesario contar con un sistema educativo congruente con los nuevos cambios que experimentará el mercado laboral en las próximas décadas. Los resultados de las pruebas PISA que se publicaron a inicios del mes muestran que nos ubicamos en el tercer lugar para la prueba de lectura y cuarto para las pruebas de matemática y ciencias a nivel latinoamericano, pero si nos comparamos con el resto de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), aún nos mantenemos en niveles muy por debajo de la media. Sumado a lo anterior, contamos con una población joven, entre los 18 y 24 años, con un bajo nivel educativo ya que menos de la tercera parte cuenta con el título de educación secundaria de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del 2019. Lo anterior muestra que es necesaria una mejora en la calidad de los programas, con el objetivo de que estos sean valiosos para nuestros jóvenes y así permanezcan en el sistema educativo.
Sin duda, para lograr avanzar hacia una formación de trabajadores en el sector de ciencia y tecnología es necesario mejorar nuestro sistema de educación básica e instituciones que tienen a cargo la formación técnica para dotar a los futuros profesionales con el conocimiento necesario que les permita desarrollar competencias intelectuales como la innovación, creatividad, pensamiento crítico y lógico, sin dejar de lado las importantes habilidades blandas para desenvolverse en equipos de trabajo. La adquisición de esas destrezas es necesaria para dar paso a una formación técnica especializada que tenga como objetivo mantener una fuerza de trabajo competente en un entorno de acelerada transformación. Respecto a la participación femenina, es necesario incorporar a más mujeres en el sector de tecnologías para disminuir las brechas de género en la participación laboral.
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